
El origen de Corme se debe a la actividad pesquera que se fue desarrollando entorno a la pequeña ensenada que se formó en la parte norte de la ría. El núcleo urbano se configuró a partir de la unión de los barrios que se agruparon entorno a la playa que hacía de embarcadero. A principios del siglo XX, aun no aparecía como un núcleo consolidado.
El ilustrado José Cornide, a finales del siglo XVIII, ya destaca las buenas condiciones que presentaba este puerto para la arribada de embarcaciones, también hace referencia a la presencia de los catalanes en la localidad, dedicados a la industria del salazón de la sardina. Lucas Labrada, a comienzos del siglo XIX, resalta la pesca de la sardina y del congrio en el puerto cormelano, como las dos especies más capturadas.
La actividad pesquera y comercial hizo que este núcleo se ampliara y aumentara en población, convirtiéndose en el más grande de la parroquia, pero la iglesia parroquial estaba situada en Corme Aldea, lugar donde había nacido la primitiva feligresía cormelana, hasta que más tarde las autoridades eclesiásticas decidieron transformar la capilla de la Virgen de los Remedios en parroquial, dando lugar a la nueva feligresía de Corme Puerto.
A comienzos del siglo XX Corme era un importante embarcadero comercial. Contaba con más de cuarenta barcos dedicados al transporte de cabotaje, que recorrían los puertos peninsulares. A través del se exportaba gran cantidad de madera procedente de los pinares bergantiñanos. Había seis factorías de salazón de sardina y tres secaderos de congrio, además de las pequeñas embarcaciones dedicadas a la pesca. Este Corme activo, marinero e industrial, tenía un caserío uniforme, de fachadas blancas con balcón o galería. Esta villa que nos describe Carré Aldao a finales de los años veinte se parece poco al Corme de hoy en día, en el que las edificaciones modernas se impusieron a las tradicionales y la actividad portuaria disminuyó mucho. Actualmente esta localidad vive fundamentalmente de la pesca, del percebe y del turismo. El encanto de su abrigado puerto, sus excelentes playas y la hermosura de su costa son incentivos suficientes para atraer a los visitantes. Paseando por las estrechas calles de la villa, aun nos encontramos con alguna casa marinera tradicional, que nos recuerda a aquel Corme histórico.

Natural de esta villa fue el insigne marino Francico Mourelle de la Rúa (1750- 1820), que participó en las exploraciones y conquistas que España llevó a cabo en la costa pacífica de Norteamérica a partir de la base mexicana de San Blas. Realizó varias expediciones por el océano Pacífico y descubrió la isla Vavau, perteneciente al archipiélago polinésico de Tonga. Nos dejó un detallado diario de su primera expedición por la costa americana.

En Corme aún se conserva la que fuera casa familiar de este importante navegante, con su escudo, pero en un estado de abandono y prácticamente arruinada. Tanto el vecindario de Corme como las diferentes administraciones deberían preocuparse por la rehabilitación de este edificio y convertirlo en un museo en el que se exaltara la figura y la obra de este ilustre marino.
Desde Corme nos trasladamos a la punta de O Roncudo, siguiendo la carretera que desde el puerto va bordeando la costa. Durante el trayecto disfrutamos de extraordinarias vistas sobre la ría y la villa de Laxe, y, más a lo lejos, distinguimos la costa de Camelle y Arou. La carretera finaliza en una zona llana al lado del faro. A la derecha nos encontramos con los escarpados acantilados que forman la cara norte de esta península. En esta batida costa es donde crecen los conocidos y apetitosos percebes de O Roncudo, que ya hace tiempo que alcanzaron reconocida fama. Carré Aldao ya recoge en su obra que en esta punta se crían excelentes y grandes percebes, de los más sabrosos de todo el litoral gallego. Antiguamente este marisco se cotizaba poco, se consideraba comida de pobres. Comer percebes con cachelos no entraba dentro de las exquisiteces de la burguesía de aquel momento, sin embargo, en la actualidad es uno de los platos más valorados por los visitantes. Su elevado precio está justificado por el esfuerzo y riesgo que supone extraerlos de las rocas del mar. Cada percebeiro tiene que enfrentarse a un peligroso mar en continuo movimiento, que en algunos de los casos acaba ganándole la batalla y pagando con su vida este desafío. Las cruces que vemos en el entorno del faro nos recuerdan las vidas dejadas como tributo a este mar bravío.

En la primera quincena del mes de julio se celebra desde el año 1992 A Festa do Percebe en Corme, a la que acude multitud de gente con la intención de degustar este preciado marisco.Se reparten entre los asistentes raciones de percebes con cachelos a un precio ajustado, un evento que tiene como objetivo la exaltación de este producto.