Villa marinera de Camelle
El origen de esta villa podría estar en la existencia de una base ballenera. A comienzos del siglo XVI ya se cita la capilla del Espíritu Santo en Camelle, perteneciente a la parroquia de San Pedro de O Porto, pues Camelle no se convirtió en feligresía independiente hasta 1964.
A comienzos del siglo XVIII las pocas casas que constituían este pequeño puerto, junto con las tierras que había a su alrededor, estaban bajo el señorío del conde de Altamira. Este núcleo comenzó a prosperar hacia finales de este siglo, después de redimir los foros que obligaban a los vecinos al pago de rentas a esta familia noble. A partir de entonces sus habitantes pudieron disponer libremente de sus tierras. A su desarrollo también contribuyó el establecimiento de la Estación de Salvamento Marítimo Barbeito y Cía, que se dedicaba a la extracción de chatarra y desguace de barcos hundidos, pero también realizaba acciones de salvamento marino. Durante los años veinte del pasado siglo, había en este puerto tres fábricas de salazón y secaderos de congrio.
El mayor desarrollo se dio a partir de los años sesenta y setenta del siglo XX, cuando el pescado y marisco adquieren un mayor valor en el mercado. A partir de esta época mejoran las instalaciones portuarias y las viviendas tradicionales de cantería serán sustituidas por otras construidas con nuevos materiales, lo que supuso un cambio profundo del aspecto urbano de este núcleo marinero.
Man, el alemán de Camelle
Camelle es conocido sobre todo por la figura y la obra de Man, un alemán de nombre Manfred Gnändinger, que de manera casual llegó a este puerto en 1962, que entonces era un joven de 26 años, alto, rubio y de ojos azules.
Después de llevar diez años conviviendo con los vecinos, en una casa que le cedió la familia Baña Heim, de ascendencia alemana por parte materna, este joven decidió retirarse a la costa donde construyó un habitáculo en el que permaneció el resto de su vida. Llevaba una vida aislada, pero al mismo tiempo desarrollaba una intensa actividad artística tanto en la pintura como en la escultura al aire libre, que fue dejando alrededor de su vivienda y en el entorno. Una obra acorde con su filosofía artística basada en el círculo como origen de todo.
Mudó también sus hábitos alimentarios, se hace vegetariano, pretendiendo en un futuro ser capaz de vivir tan sólo con la energía solar, lo que le podría permitir algún día hacerse con una esfera de cristal y vivir a la deriva en el mar.
Va a ser la gran catástrofe del Prestige quien lo hiera de muerte. Un hombre tan sensible como él ante la naturaleza no pudo sobreponerse a semejante destrozo ecológico. La marea negra se cebó con su contorno y con su museo. Era mucho tormento convivir diariamente con tanto chapapote que el mar había depositado en su espacio vital.
Man tenía enferma su alma y el 28 de diciembre de 2002, curiosamente el día de los santos inocentes, los vecinos descubren que no había retirado la bolsa de alimentos de su puerta. Más tarde se comprobó que su cuerpo permanecía sin vida en el interior de su vivienda. Era la primera víctima humana del Prestige. Fue velado y enterrado como un vecino más del pueblo, a pesar de que todos sabían que era muy diferente.
Su persona y su obra tras la muerte recobró una gran fuerza y permanece entre nosotros como un símbolo de pureza espiritual y compromiso con la naturaleza, frente al materialismo que domina el mundo actual.
Él era consciente de la importancia de su obra para las próximas generaciones, por eso le preocupó su futuro. Hizo testamento y dejó responsable de ella al Estado. Legado que le fue cedido al ayuntamiento de Camariñas. En su honra en 2015 se construyó en la zona portuaria el Museo Man de Camelle, en el que se expone parte de su obra y en el año 2017 se rehabilitó la que había sido su casa, en la que se depositaron sus cenizas al año siguiente.
