Esta etapa se inicia con un acontecimiento histórico de gran relevancia como fue la invasión de la península ibérica y la posterior Guerra de la Independencia, que tuvo una notable repercusión en las tierras de A Costa da Morte, sobre todo en las villas de Cee y Corcubión, que fueron saqueadas e incendiadas por las tropas francesas en abril de 1809.
Dos meses antes, un destacamento del ejército francés ocupó la villa de Corcubión con la intención de hacerse con un botín para mantener el ejército invasor. A partir de este momento comienza a organizarse en este núcleo una Junta de Defensa para frenar una segunda ofensiva, ante el no de las autoridades de esta localidad de aceptar esa imposición. Se constituyó una alarma o ejército popular con el reclutamiento de paisanos bajo el mando de los párrocos Pedro Lapido, de Morquintián (Muxía) y Juan Domingo Pizpieiro, de O Ézaro (Dumbría), apoyada por la fragata Endymion, fondeada en la ría de Corcubión, que le suministró armas y municiones.
Lapido concentró las tropas en Ponte Olveira, en Baíñas y Vilastose. Enterados de que los franceses habían salido de Santiago en dirección a Corcubión, la Junta de Defensa decide hacerle frente en A Ponte Olveira, paso obligado para cruzar el río Xallas. Cuando los invasores llegaron a este lugar, tan solo se encontraron con una reducida guarnición que apenas les hizo resistencia, ya que la mayoría del ejército popular se encontraba en Paizás (Cambeda, Vimianzo) y cuando llegó a aquel punto, las tropas francesas ya habían cruzado el río y se dirigían a las villas de Cee y Corcubión. Una vez allí, actuaron con una feroz violencia sobre su población. Incendiaron las dos iglesias parroquiales y muchas casas, cometieron robos y violaciones y todo tipo de atropellos. Esto sucedió el 13 de abril de 1809, pero días después aún volverían a arrasar lo poco que habían dejado en pie. Sobre la actuación de los franceses en la villa de Camariñas, disponemos de poca información objetiva, pero la versión legendaria habla de saqueos y de muchos muertos.
Tras la Guerra de la Independencia y la vuelta al absolutismo del reinado de Fernando VII, se volverá a las mismas condiciones de vida que había en el Antiguo Régimen. Continuará la misma división territorial de cotos y jurisdicciones y la pésima situación del campesinado, clase social mayoritaria. La desesperación de algunos labradores por esas condiciones extremas hizo que en algunas zonas se organizaran grupos de bandoleros o gavillas con la finalidad de asaltar casas de curas, hidalgos o de otra gente con recursos. En estas tierras occidentales fue conocida la gavilla de Vimianzo.

Muy poca incidencia tuvo en esta zona el carlismo, por carecer de grandes monasterios o estar alejada de ciudades con un poderío eclesiástico. Hay noticias de dos ataques carlistas a la villa de Carballo. Un primero el 14 de enero de 1838, en el que saquearon la localidad y se apoderaron de dinero; y un segundo, el 7 de mayo de ese mismo año con peores consecuencias, ya que hubo 13 muertos y el secuestro del juez liberal José Vázquez de Parga, que apareció muerto en un monte de Arzúa.
En la década de los años treinta del siglo XIX se va a producir la nueva división del territorio estatal en provincias, partidos judiciales y ayuntamientos, reforma llevada a cabo por el ministro de la regenta María Cristina, Javier de Burgos, aunque ya hubo intentos de realizar esta nueva división en las Cortes de Cádiz y durante el Trienio Liberal.
En esta misma década también tendrá lugar la denominada Desamortización de Mendizábal, que permitiría la venta por parte del Estado de bienes religiosos. La intención era que los campesinos pudieran acceder a la propiedad de la tierra, pero esto no sucedería porque al realizarse la subasta en grandes lotes, estos fueron adquiridos por gente que disponía de dinero (nobles o burgueses).
En A Costa da Morte los bienes del monasterio de Moraime fueron subastados en el año 1841, adquiridos en un principio por un tal J. Méndez, pero luego pasarán a manos de Francisco Leiro, un adinerado de la misma parroquia.
Si realizamos un recorrido por la evolución de la población de A Costa da Morte durante la Época Contemporánea, observaremos que se produjo un moderado aumento del número de habitantes desde comienzos del siglo XIX hasta el último tercio del siglo XX, luego se estancó y después sufrió un notable descenso, que se aceleraría en las primeras décadas del siglo XXI, debido a la pronunciada caída de la natalidad.
Ese crecimiento moderado que se dio a lo largo del siglo XIX y buena parte del siguiente fue provocado por la emigración, fenómeno que se acentuó a partir de 1880 y que se prolongará hasta 1930. Un éxodo masivo que se dirigió hacia los países de América Latina, principalmente Cuba, Argentina, Uruguay y Brasil, y que frenó a consecuencia de las restricciones impuestas por esos mismos países, por el estallido de la Guerra Civil española y por el aislamiento al que fue sometido el régimen franquista durante la posguerra.
Estos emigrantes americanos constituyeron asociaciones en los países a los que llegaron, como la Sociedad Agraria y Cultural de los Hijos del Partido de Corcubión, creada en Argentina en 1922, que más tarde pasará a denominarse Asociación Benéfica y Cultural del Partido de Corcubión, editora de la revista Alborada y que llevó a cabo una intensa actividad sociocultural y benéfica relacionada con la zona de origen de sus asociados. Una de sus iniciativas fue la creación de escuelas para elevar el bajo nivel educativo que había en las tierras de A Costa da Morte. La intención era crear una escuela en cada uno de los ayuntamientos del Partido Judicial de Corcubión, pero el estallido de la Guerra Civil truncó el proyecto y solo se construyeron cuatro: Nemiña (Muxía), Pasarela (Vimianzo), Suarriba (Fisterra) y Estorde (Cee).
Algunos de estos emigrantes acumularon fortuna y actuaron como benefactores en su localidad de origen como sucedió con el ceense Fernando Blanco de Lema, emigrante en Cuba, quien donó el dinero para la construcción de un importante centro de enseñanza de primaria y secundaria en su villa natal. Lo mismo sucedió con el corcubionés José Carrera Fábregas y el malpicano Anselmo Villar Amigo, que aportaron los recursos para la creación de un centro escolar en sus respectivas villas natales.

A finales de los años cincuenta volverá a iniciarse este movimiento migratorio, primero hacia Venezuela y después hacia los países de Europa Occidental: Suiza, Alemania, Inglaterra, Francia u Holanda. Se producirá también una emigración interior hacia Madrid, Cataluña, País Vasco o Canarias. En los últimos años se está dando un éxodo de gente joven, en su mayoría con estudios universitarios, que, al no encontrar oportunidades de trabajo en Galicia, se ve en el deber de buscarlas fuera.
La mayor parte de la población de A Costa da Morte durante el siglo XIX y en el siguiente tenía como actividad económica prioritaria la agricultura. Hasta la abolición del sistema foral en el año 1926 muchos labradores no tuvieron acceso a la propiedad de las tierras que trabajaban, pero incluso una vez que se hicieron dueños de ellas, había otros factores, como las reducidas dimensiones de las explotaciones o la falta de mecanización, que impedían un desarrollo del campo.
Los productos más cultivados continuaban a ser el maíz, las patatas, el trigo, el centeno, el lino, las alubias y algunas hortalizas y frutas. Se trataba de una agricultura y ganadería de subsistencia, que por su bajo rendimiento se convirtió en la principal causa de la emigración de la población del medio rural.
En las villas costeras la pesca y el comercio marítimo continuaron a ocupar la mayoría de su población. La sardina, el congrio, la merluza y el abadejo seguían siendo las especies más capturadas.
La sardina fallaba por temporadas y creaba una grave crisis tanto para los pescadores como para las factorías de salazón, que quedaban paralizadas. Uno de estos momentos de crisis se recoge en el Diccionario del ilustrado Pascual Madoz, en la década de los años cuarenta del siglo XIX, cuando se refiere a la ría de Camariñas. Será en este mismo siglo y en el siguiente cuando se instalen las factorías de salazón de este pescado a lo largo de la costa, en Quilmas, Brens, Corcubión, Fisterra, Merexo, Camariñas, Camelle, Laxe, Corme o Malpica. De todas ellas, tan sólo la de la familia Cerdeiras, en Camariñas, llegó hasta la actualidad como conservera. Tenemos otra importante fábrica conservera, la de Calvo, en Carballo, pero esta, fundada en los años cuarenta del pasado siglo, tuvo un origen diferente.
La merluza y el abadejo se exportaban salados, pero su demanda disminuyó con la llegada al mercado del bacalao, que por su abundancia y precio desplazó a aquellas dos especies saladas, que después pasarán a comercializarse en fresco.
El congrio se continuaba a secar al aire cómo se venía haciendo desde siglos pasados. Hubo secaderos en distintos puertos: Muxía, Camelle, Malpica o Caión. Los únicos que llegaron hasta la actualidad fueron los de Muxía, únicos en toda Europa, y de no protegerse, corren el riesgo de desaparecer.
La escasa industrialización de A Costa da Morte fue otra de las deficiencias de estas tierras más occidentales de Galicia, a pesar de disponer de abundantes materias primas derivadas de la agricultura y ganadería, de la pesca o del sector forestal. Una de las primeras fábricas en instalarse fue la de carburos de Cee a comienzos del siglo XX. Por estas mismas fechas aparecerán también los primeros aserraderos de madera de pino, por la abundante materia prima existente y la demanda de este producto por parte de la minería y de la construcción, sin embargo no se llegó a crear una industria de transformación de la madera. Muchos de estos aserraderos se localizaban en las márgenes de las rías o cerca de la costa para facilitar la exportación de la madera por mar. En los años setenta del pasado siglo se creó la fábrica de UNEMSA, en Erbecedo (Coristanco), que produce diferentes tipos de aglomerado de madera.

A Costa da Morte desde tiempos antiguos disponía de una endeble red viaria que atravesaba su territorio. En el siglo XIX sus caminos se encontraban en pésimo estado. Puentes como el de Baio sobre el río de O Porto o el de Ponteceso sobre el río Anllóns echaban años en estado ruinoso. El camino más importante era el de A Coruña a Corcubión y Fisterra, que en la segunda mitad de ese siglo se convirtió en carretera. A partir de ella se trazarán los ramales que comunicaban esta vía con las villas de Malpica, Camariñas y Muxía. De llevarse a cabo el trazado de la vía férrea de A Coruña a Corcubión a inicios del siglo XX, el desarrollo económico de esta nuestra región costera sería mayor.
En la actualidad las vías de comunicación por carretera mejoraron notablemente, sobre todo con la ciudad de A Coruña después de la construcción de la autopista que une esta ciudad con la villa de Carballo y con la apertura del tramo de la autovía de A Costa da Morte entre Carballo y Baio, que ya se debería haber prolongado hasta Cee. La comunicación con Santiago y con el sur de Galicia es más precaria y precisa de vías de mejores condiciones.
El comercio en tiempos atrás también estaba poco desarrollado y casi todo él se realizaba por mar, ya que las vías terrestres eran escasas y deficitarias. En el interior de las rías era donde se localizaban los pequeños puertos comerciales. Fisterra, Corcubión y Cee, en la ría de Corcubión; Muxía, Camariñas y Ponte do Porto, en la de Camariñas; y Laxe, Corme y Ponteceso, en la ría de Corme y Laxe. Desde estos puertos se distribuían a las localidades de interior los productos que llegaban (vino, aceite, hierro, cal, sal etc.) y también se le daba salida a aquellos que se exportaban, que eran sobre todo agrícolas: trigo, maíz, centeno, patatas, alubias o cebollas; pescado curado o salado: sardinas, congrio o merluza; madera de pino, pero también encaje y alfarería de Buño.
El comercio por vía terrestre se realizaba en las ferias que había distribuidas por todo el territorio. Las de mayor entidad eran las de Cee, A Picota, Baíñas, Quintáns, Ponte do Porto, Baio, A Agualada, Anllóns, Leiloio, Verdillo y Paiosaco. De todas ellas las dos más importantes eran la de Baio, en A Terra de Soneira, que se celebraba el tercer domingo de cada mes en el campo de A Piroga (Bamiro, Vimianzo), cuando menos desde el año 1741 y la de Verdillo, en la comarca de Bergantiños, que se celebraba en la parroquia de Artes el cuarto domingo. Esta en el año 1941 se trasladará a la villa de Carballo después de varios años de protesta de los vecinos y curas de las parroquias de Verdillo, Artes y Sofán. En todas ellas, además de la transacción de todo tipo de ganado y productos agrícolas, también se vendía paños, calzado, herramientas, cerámica y muchos otros productos.

A nivel histórico el acontecimiento más importante que sucedió en el pasado siglo XX fue el estallido de la Guerra Civil, que traería graves consecuencias para las tierras de A Costa da Morte, sobre todo en aquellas villas donde había un activo movimiento sindical, como eran las de Cee por la existencia de la fábrica de Carburos o la de A Ponte de Oporto, por los aserraderos de madera.
La represión que ejerció el régimen franquista durante los años del conflicto o en la posguerra contra personas de ideas republicanas o sindicalistas fue enorme. Conocemos muchas de estas actuaciones gracias a la labor investigadora del corcubionés Luis Lamela García, recogidas en su libro Crónica de una represión en la “Costa da Morte” (1995), en el que aparecen procesos militares, depuraciones, incautaciones, “paseos” y sanciones que sufrieron muchos vecinos durante estos terribles años. Hubo unos 110 exiliados, más de 100 muertos y numerosos encarcelados y huidos, muchos de estos últimos se escondieron entre los peñascos del monte Pindo.
Tras la muerte del dictador Franco, comienza un nuevo período democrático con la aprobación de la Constitución de 1978 y las primeras elecciones del año siguiente. En esta nueva etapa se produjeron en A Costa da Morte ciertas mejoras en las actividades del sector primario y se incrementaron el de la construcción y servicios, pero esto no fue suficiente para frenar la emigración de la población hacia otras zonas más desarrolladas del Estado o hacia otros países europeos.

La pesca costera en las décadas de los años setenta y ochenta vivió momentos de bonanza, pero después los caladeros dieron muestras de agotamiento y por parte de la CEE se impusieron las limitaciones en las capturas, lo que ocasionaría una crisis en el sector.
En el campo no se produjo una modernización a no ser en las explotaciones ganaderas y tampoco se creó una industria de transformación de las materias primas existentes en el territorio, por lo que la creación de puestos de trabajo no será suficiente para emplear a toda la población activa que había.
En estos momentos el sector turístico es el más dinámico y el que está creando mayor número de empleos, aunque estos sean temporales. A Costa da Morte dispone de suficientes recursos para atraer un turismo de calidad, por lo que habría que apostar.
Su rico patrimonio natural que se extiende a lo largo de toda la zona costera y también por zonas del interior, junto con un espléndido patrimonio histórico y cultural, unido a una rica y variada gastronomía, convierten a esta región en una de las de mayor potencial turístico de Galicia, siempre que estos bienes patrimoniales se cuiden y se pongan en valor.