El origen del camino jacobeo de Santiago a Fisterra y Muxía está muy vinculada a las leyendas creadas por el cristianismo para evangelizar estas tierras más occidentales de Galicia en las que ancestrales cultos a elementos de la naturaleza o ligados a la fecundidad estaban muy arraigados.
La relación de Fisterra con el culto jacobeo está vinculada con la leyenda de la Translatio, es decir, con la traslación de los restos del Apóstol Santiago a Galicia, creada en el medievo y recogida en el Códice Calixtino. Para que el cuerpo del Apóstol fuese enterrado en tierras compostelanas, tal como relata la leyenda, era preciso solicitar autorización al gobernador romano de la ciudad de Dugium, situada en el valle de Duio (Fisterra) a donde acuden sus discípulos a solicitar ese permiso.

En el caso de Muxía la tradición jacobea se relaciona con las piedras del lugar de As Cruces o punta de Xaviña y con la Virgen de A Barca, que le apareció al Apóstol Santiago en este lugar de la costa. La Virgen llegó en una embarcación de piedra conducida por ángeles. Esta leyenda fue creada seguramente por los monjes del monasterio de Moraime, el mayor foco evangelizador de este territorio. Fueron estos religiosos los “inventores” de la tradición jacobea de Fisterra y Muxía?
El hecho de que la iglesia católica a través de estas leyendas situara en esta Fisterra atlántica divinidades de tan alto rango, como Cristo, la Virgen o el Apóstol Santiago es señal de las dificultades que tendría para convertir al cristianismo la población que habitaba en esta región costera. A las dos primeras figuras se le dedicarán los dos grandes santuarios que se fundarían en este territorio: el del Cristo de Fisterra y el de la Virgen de A Barca. Ambas imágenes, según la tradición, llegarían a través del mar, algo que parece la vía natural en un espacio geográfico mal comunicado por vías terrestres con el resto del continente.
Tras la aparición de estos relatos legendarios y la fundación de estos dos importantes focos religiosos, comienza la llegada de peregrinos a estas tierras más occidentales a principios del siglo XII, tal como consta en la documentación del monasterio moraimés.
A partir del siglo XV, cuando ya estos dos santuarios cristianos alcanzaron relevancia como lugares de peregrinación, comenzamos a disponer de testimonios de peregrinos o viajeros. Uno de los primeros fue el francés Nompar II, señor de Caumont (1417), que llega a Fisterra y cita la ermita de San Guillerme. Unos años después el alemán Sebastián Ilsung (1446) llega a Muxía, donde aparece en una imagen orando delante de la primitiva capilla de A Barca. Luego se traslada a Fisterra. También nos dejaron noticias de estas tierras el noble bohemio Leo de Rosmithal (1466), el caballero de origen polaco Nicolás de Popielovo (1484), el polaco Erich Lassota (1580), que cita los lugares por los que pasa cuando hace la ruta de Muxía a Fisterra, y muchos otros.
Erich Lassota de Steblovo, mercenario de los ejércitos de Felipe II, desembarca en Muxía y habla de la existencia de una gran capilla en la que se venera con gran devoción la Virgen de A Barca, después se traslada a pie hasta Fisterra y describe con detalle el camino entre estas dos villas. De Fisterra destaca sobre todo las imágenes de la Virgen y del Santo Cristo.
En el año 1673 el clérigo boloñés Domenico Laffi, que peregrinó cuatro veces a Santiago de Compostela, en el segundo viaje, se acerca a Fisterra. El contacto con estas tierras más occidentales le debió de impactar mucho, de las que deja constancia en su libro Viaggio in Ponente a San Giacomo di Galitia, e Finis Terrae per Francia, y Spagna. A comienzos del siglo XVIII, los frailes italianos Giavan Lorenzo Bonafede y Giacomo Antonio Naia nos dejan constancia de su paso por Fisterra y Muxía. Cuando estos peregrinos visitan el santuario de A Barca se estaba construyendo la nueva capilla, gracias a la aportación económica de los Condes de Maceda. Por estos años la afluencia de romeros que acudían a los santuarios del Cristo y de la Virgen de A Barca era numerosa, no obstante, el número de peregrinos que hacían el camino, era insignificante, hasta llegar en los siglos siguientes a su desaparición.

Hasta los años ochenta del pasado siglo no comenzarían a llegar los primeros peregrinos a estas tierras occidentales, eran sobre todo extranjeros, atraídos por la emoción de encontrarse con este finis terrae atlántico, extremo del viejo continente europeo, y contemplar el inmenso océano. Algunos de ellos también atraídos por un sentimiento religioso hacia el Santo Cristo de Fisterra o la Virgen de A Barca.
En la recuperación de esta ruta tuvieron mucho que ver las Asociaciones de Amigos del Camino, principalmente la gallega, y, en concreto, el que había sido su presidente, el historiador corcubionés Antón Pombo, que se implicó de lleno en el proyecto de recuperación de esta prolongación del camino jacobeo.
A partir del año santo de 1993, esta ruta comienza a incluirse en las publicaciones de promoción del Camino de Santiago, y salen a la luz los primeros libros y folletos específicos sobre este camino, en los que se describen las etapas que lo componen, los lugares por los que pasa y los valores más destacados del patrimonio cultural y arquitectónico que hay a lo largo del trayecto.
La organización de peregrinaciones impulsadas por la Asociación Neria en los años 1997, 1998 y 1999 para recorrer esta ruta, alcanzaron una numerosa participación de caminantes llegados de diferentes partes del Estado y contribuyeron a promocionar este camino jacobeo.
Una vez que se señaló la ruta y obtuvo el reconocimiento de la administración pública, comenzaron a construirse los primeros albergues de peregrinos, infraestructuras fundamentales para consolidar el camino y la afluencia de caminantes. El primero en construirse fue el de Fisterra inaugurado en el año 2001, a continuación se harán los de Negreira, Olveiroa, Corcubión, Muxía y Dumbría y luego muchos otros privados.
Desde aquellos primeros años el número de caminantes fue creciendo con el paso del tiempo, a pesar de las trabas que pusieron las autoridades religiosas compostelanas, que se negaban a reconocer esta ruta jacobea, alegando como motivo que no era un camino religioso, cuando tanto Fisterra como Muxía, tal como comprobamos anteriormente, ya estaban incluidos en la leyenda de la llegada del cuerpo del Apóstol Santiago a Galicia, fundamento de la peregrinación a Compostela y de la importancia que para la iglesia tienen los santuarios del Cristo de Fisterra y de la Virgen de A Barca.
Esta ruta está siendo una de las de mayor afluencia de peregrinos después del Camino Francés que llega a Compostela. Alrededor de un 30 % de los peregrinos que entran en Santiago manifiestan su intención de continuar hacia Fisterra y Muxía.

> Etapas del Camino Jacobeo de Santiago a Fisterra y Muxía
Este camino jacobeo de Santiago a Fisterra y Muxía, que conduce a los peregrinos a las tierras más occidentales del continente europeo, a orilla del océano Atlántico, tiene dos puntos de llegada: Fisterra y Muxía.
La ruta se divide en tres etapas, a las que se le añade una más que une ambas villas.
Los dos primeros tramos: Santiago-Negreira y Negreira- Olveiroa son comunes para llegar a cualquiera de los dos destinos. El tercer tramo se bifurca en el alto de O Hospital de Logoso. El camino de la derecha, después de pasar por Dumbría, nos lleva a Muxía, y el de la izquierda, después de cruzar por Cee y Corcubión, nos conduce a Fisterra.
Tenemos una cuarta etapa que une los dos puntos de llegada: Fisterra y Muxia, un camino que discurre por la costa entre ambas localidades.
Primera etapa: Santiago- Negreira (21 km).
Comienza esta primera etapa en la plaza compostelana de O Obradoiro. Salimos de la ciudad compostelana en dirección oeste por las calles de As Hortas y Poza de Bar. Pasada la carballeira de San Lourenzo (antiguo monasterio), cruzamos el puente Sarela. Atravesamos varios pequeños núcleos de la comarca de A Maía hasta O Alto do Vento, y luego descendemos por Ventosa y Lombao hasta Augapesada, donde se conserva un pequeño puente medieval. Ahora el camino asciende a través de la costa de O Mar de Ovellas, que nos permite contemplar hermosas panorámicas sobre A Maía. Dejamos esta comarca y entramos en la de A Barcala, pasamos por Santa María de Trasmonte, en la que destaca la torre barroca de su parroquial. Después de descender por Reino y Burgueiros llegamos A Ponte Maceira, donde cruzamos el río Tambre por el puente medieval. El puente, junto con el núcleo bien conservado, forma un hermoso conjunto arquitectónico. Continuamos por la banda derecha del río hasta pasar por debajo de un arco de la denominada Ponte Nova (s. XIX), atravesamos las aldeas de Barca y Chancela, y, después de pasar por delante del pazo de Chancela, llegamos a la villa de Negreira, capital de A Barcala.

Segunda etapa: Negreira- Olveiroa (33 km).
Esta es una de las etapas más largas de este camino. Salimos de Negreira y, después de atravesar el río Barcala, ascendemos hacia Zas, para luego tomar el antiguo camino real que sube por la ladera del valle. La ruta pasa por las aldeas de Camiño Real, Rapote, Piaxe, donde se sitúa la iglesia barroca de San Mamede de A Pena, y Portocamiño, para luego bajar hacia Vilaserío. En este lugar hay un pequeño albergue municipal. Seguimos hacia Cornado, y, una vez pasada esta aldea, entramos en las tierras llanas de la comarca de O Xallas. Más adelante nos esperan las aldeas de Maroñas y Santa Mariña, esta última conserva su iglesia románica.
Después de cruzar la carretera de Santa Comba a Muros, el camino sigue dirección oeste atravesando las pequeñas aldeas de Bon Xesús, Gueima y Vilar de Castro. Pasada esta última, comenzamos el ascenso al monte Aro (556 m), desde el que se domina toda esta meseta y nos permite disfrutar de una magnífica panorámica sobre el embalse de A Fervenza. Luego descendemos hacia el río Xallas, después de pasar por Abelairoas y San Cristovo de Corzón. Atravesamos el río por A Ponte Olveira, que conserva restos del siglo XVI, y entramos en el ayuntamiento de Dumbría, para luego llegar a Olveiroa, final de esta segunda etapa.

Tercera etapa: Olveiroa- Fisterra (34 km) u Olveiroa-Muxía (32 km).
Al poco de salir de Olveiroa, el camino asciende a través de una pista por la ladera del monte Sino, siguiendo el curso de un regato. Luego pasa por la aldea de Logoso, antes de llegar a Hospital, topónimo que alude a un antiguo hospital de peregrinos. Después de este lugar, llegamos a una rotonda de la carretera, donde el camino se bifurca. Se tomamos la ruta de la izquierda nos lleva a Fisterra, y se continuamos de frente, nos dirigimos a Muxía.

El camino que conduce a Fisterra pasa por el crucero de O Couto, capilla de Nuestra Señora de As Neves y San Pedro Mártir, y luego desciende por el monte de A Armada hacia la ría de Corcubión. Cruza primero la villa de Cee y luego la histórica de Corcubión. Desde aquí sube al alto de San Roque, donde disponemos de un albergue. Bajamos por Amarela hasta la playa de Estorde, y luego continuamos por Sardiñeiro y la pequeña cala de Talón, para entrar en la extensa playa de A Langosteira, que nos conduce al crucero de A Cruz de Baixar, puerta de entrada de la villa de Fisterra, final de esta parte de la ruta. En esta villa son visita obligada el cabo Fisterra y la iglesia parroquial de Santa María das Areas, que acoge la capilla del Santo Cristo.
El camino que lleva a Muxía continúa por un tramo de monte y desciende hacia la aldea de As Carizas. Pasa por la zona deportiva y recreativa de O Conco, en la que hay un albergue de peregrinos. Luego se dirige a Santa Eulalia de Dumbría, donde se encuentra la capital del ayuntamiento y la iglesia parroquial del siglo XVII. Sigue hacia el puente de O Val de Liñares, y, después de cruzar la carretera comarcal 552, lleva a Trasufre, lugar conocido por el santuario de A Virxe do Espiño. Atraviesa el río Castro, y a través de unas pistas de la parcelaria llega a Senande. Pasa por A Grixa, donde se sitúa la iglesia de San Cibrán de Vilastose. Una pista que atraviesa por un monte forestal nos lleva hasta Quintáns, y desde aquí cogemos por el antiguo camino, convertido en pista, a San Martiño de Ozón, donde hubo un antiguo monasterio, y ahora tenemos un interesante conjunto arquitectónico formado por la iglesia, la casa rectoral y el grandioso hórreo. El camino continúa por el núcleo de Vilar de Sobremonte y se dirige hacia Os Muíños, pasando antes por Merexo. A continuación asciende hacia Moraime, importante centro histórico.
Conserva restos romanos, visigóticos y una hermosa iglesia románica y casa rectoral barroca. Desde aquí sube al alto de Chorente, donde se sitúa la capilla de San Roque. Después de cruzar la aldea de Chorente, desciende hacia las playas de O Espiñeirido y de A Cruz y entra en la villa de Muxía, que atravesamos para dirigirnos al santuario de la Virgen de A Barca y a las famosas piedras de Abalar y de Os Cadrís, donde finaliza esta etapa.
Cuarta etapa: Fisterra- Muxía (29 km).
Esta cuarta etapa, de doble sentido, podemos iniciarla tanto en Fisterra como en Muxía.
Si comenzamos en Fisterra, al salir de esta villa, cogemos el camino que conduce a la parroquial de San Martiño de Duio, desde donde divisamos el valle, en el que se situaría la legendaria ciudad de Dugium, citada en el Códice Calixtino.
Desde aquí por Hermedesuxo de Abaixo, San Salvador, Rial y Castrexe, conduce a Padrís, dejando a la izquierda la extensa playa de O Rostro.
Luego continúa por Canosa hasta Lires, núcleo turístico situado en medio de esta etapa. Desde aquí baja al río Castro, que cruzamos por un puente peatonal de piedra, construido hace pocos años. Entra en el ayuntamiento de Muxía por Vaosilveiro y sigue por Frixe, que conserva su iglesia románica. Después cruza por Guisamonde y Morquintián, y, a partir de aquí, asciende hacia Vilela y el alto de As Aferroas, para después bajar hacia Xurarantes y la playa de Lourido.

Desde este arenal sigue por la orilla de la carretera hasta Muxía. A la entrada de la villa, en la plaza de O Coído tomamos el camino que se dirige a la zona de A Pel y que nos lleva al santuario de la Virgen de A Barca y a las conocidas piedras de Abalar y de Os Cadrís, final de esta etapa costera.