Este largo período histórico, que comprende unos mil años (s. V-XV), a causa de la escasa documentación existente y la falta de excavaciones arqueológicas, resulta poco conocido en estas tierras más occidentales de Galicia.
Se encontraron restos de la época sueva y visigoda en algunos lugares en los que también se habían descubierto restos de origen romano, como Moraime (Muxía), Tines (Vimianzo), Cores (Ponteceso) o Cances (Carballo), pero apenas fueron estudiados y la información obtenida sobre estos yacimientos resulta muy escasa. De realizarse una labor de investigación mayor, el número de yacimientos germánicos en la zona aumentaría considerablemente.

Muchos historiadores afirman que en el alta Edad Media el territorio de A Costa da Morte estaba poco poblado por su situación periférica y por su alejamiento de núcleos de población importantes en los que se centralizaba el poder político y eclesiástico. Esta consideración estaría en contra de lo que parece una intensa ocupación del territorio durante etapas anteriores como la megalítica o castreña, si nos atenemos al elevado número de restos arqueológicos de estos dos períodos. La falta de documentación histórica que permita conocer con mayor detalle estos primeros tiempos medievales impide aclarar si esa ocupación humana fue mayor de lo que se supone.
Según el Parroquial Suevo (572), las tierras que comprende A Costa da Morte estaban incluidas dentro de los distritos o parroquias extensas de Bregantinos, Coporos y Célticos, pues en aquel momento aún no aparecen citadas las comarcas históricas de Bergantiños, Soneira y Nemancos.
En el denominado documento de Tructino (868) en toda esta nuestra amplia región costera solo se citan dos iglesias: San Saturnino de Vimianzo, en Soneira, y Santa Eulalia de Dumbría, en Nemancos, pertenecientes en esa época a la diócesis de Iria Flavia. Aparte de esta división eclesiástica, la monarquía astur-galaico-leonesa repartió el territorio en comitatus (condados), sobre los que un conde ejercía las competencias militares, judiciales, tributarias y gobernativas en nombre del rey. En el siglo XI, este territorio occidental estaba repartido entre cinco condados: Carnota, Célticos, Nemancos, Soneira y Bergantiños, que se correspondían con las denominadas parroquias extensas de Entines, Célticos, Nemancos, Soneira, Seaia y Bergantiños, transformadas en arciprestazgos a partir de la reforma realizada en 1177 por el arzobispo compostelano Pedro III. Los cinco primeros constituían el arcedianato de Trastámara, que tenía su sede en la villa de Cee.
En A Costa da Morte no tenemos noticias de la existencia de una nobleza, hasta que a finales del siglo XI aparecieron las primeras noticias sobre el grupo familiar de los Traba, que posiblemente recibiera su nombre de la parroquia laxense de Santiago de Traba, donde pudo tener una fortaleza en el alto de A Torre da Moa.

La cabeza más visible de este grupo nobiliario fue don Pedro Froilaz, conocido también como Conde de Traba, que se educó en la corte del rey Alfonso VI y ganó la confianza de Raimundo de Borgoña, yerno de este monarca y padre de Alfonso Reimúndez, futuro Alfonso VII, quien durante su infancia estuvo bajo la protección de don Pedro (parte de esta infancia la pasó en el monasterio de Moraime). Este noble gallego además defendió los derechos del infante al trono y, con el apoyo del arzobispo compostelano Diego Xelmírez, sería nombrado rey de Galicia en 1111 con el nombre de Alfonso VII. Tras la muerte de su madre, doña Urraca (1126), se convertirá también en rey de León y a continuación de Castilla.
A partir de la vinculación que la familia de los Traba tuvo con las tierras de A Costa da Morte, se producirá también la relación de la monarquía y la iglesia compostelana con este territorio. Alfonso VII, en agradecimiento a la acogida que le prestaron los monjes de Moraime, en 1119 le hará la concesión a este monasterio de un extenso coto. En este mismo siglo XII, D. Pedro también le hará donación a la sede compostelana de varias iglesias que tenía en Nemancos. El protagonismo que la familia de los Traba alcanzó en estas tierras más occidentales de Galicia durante los siglos X y XI se percibe en la participación que tuvo en la fundación de varios pequeños monasterios que hubo aquí, como el de San Xulián de Moraime (Muxía), Santiago de Mens (Malpica), San Mamede de Seavia (Coristanco) y San Xoán de Borneiro (Cabana de Bergantiños). Además de los anteriores cenobios, en Nemancos, Soneira y Bergantiños hubo otros más: San Martiño de Ozón (Muxía), San Antolín de Baíñas (Vimianzo), Santa María de Cabo Tosto (Xaviña, Camariñas), San Vicente da Graña (Ponteceso), San Martiño de Canduas (Cabana de Bergantiños), Santo Tomé de Nemeño (Ponteceso) y San Pedro de Soandres (A Laracha). Casi todos ellos de fundación familiar, de los que desconocemos su origen. Algunos muy antiguos, de los siglos IX o X, aunque la mayoría nacieron a lo largo del siglo XI y conseguirán su momento de esplendor en el siguiente.
De todos ellos, los que alcanzaron una mayor relevancia fueron el de San Xulián de Moraime, en A Terra de Nemancos, y el de San Pedro de Soandres, en el extremo este de la comarca de Bergantiños. El monasterio de Moraime fue fundado posiblemente en el siglo XI (el primer documento que se conserva de él es de 1095). Hay investigadores que atribuyen su fundación a la familia de los Traba, pues varios de sus miembros fueron los primeros bienhechores de este cenobio. También recibe privilegios y donaciones reales; entre ellas destaca la que le otorgó Alfonso VII, que había pasado una parte de su infancia al cuidado de los monjes moraimeses, y que servirá para reconstruir sus dependencias, que habían sido arruinadas por la incursión de los piratas musulmanes.

A partir del siglo XIII comienza su decadencia por el acoso sufrido de la nobleza local, que se apodera de parte de sus rentas y tierras. En 1499 pasará a depender del monasterio de San Benito de Valladolid y a partir de 1633 de San Martiño Pinario de Santiago de Compostela hasta la Desamortización de Mendizábal (1835). Las propiedades de Moraime se extendían sobre todo por la comarca de Nemancos, pero tenía también tierras en Xallas, Soneira y Bergantiños. Obtenía también beneficios por el patronazgo que ejercía sobre unas veinte parroquias distribuidas por toda A Costa da Morte.
Como vestigios de este importante monasterio muxián nos quedan la magnífica iglesia de San Xulián, la mejor obra románica de toda esta región costera, y la casa rectoral, convertida en albergue de peregrinos. Ambos edificios muestran el escudo de San Martiño Pinario.
El monasterio de San Pedro de Soandres tuvo también gran importancia en las tierras ubicadas más al norte de A Costa da Morte. Su influencia se extendió por los ayuntamientos de A Laracha, Cerceda y Carballo. Se desconoce también la fecha de su fundación. Los documentos más antiguos en los que aparece citado son de mediados del siglo X, pero pudo existir una congregación religiosa anterior, incluso de la época romana, pues apareció una ara dedicada al dios Júpiter. A partir del siglo XIV sufrirá continuos ataques de la nobleza local y de sus escuderos con la intención de apoderarse de sus bienes, sobre todo de la familia de los Mariñas, propietarios de las torres de Cillobre (A Laracha). En 1499 pasará como priorato a depender de San Martiño Pinario.

El mayor interés arquitectónico de Soandres que se conserva en la actualidad se sitúa en la parte gótica de la cabecera de la iglesia; el resto del templo corresponde a la época barroca. Adosada a la parte sur de la iglesia se sitúa la casa rectoral construida en el siglo XVIII, pero conserva la forma del antiguo monasterio con su claustro.
Los continuos ataques de la piratería normanda y musulmana durante el medievo supusieron una constante amenaza tanto para las comunidades religiosas situadas cerca de la costa como para el resto de la población del litoral, que, en ciertos momentos del año, se veía obligada a refugiarse en tierras más al interior. Esta piratería marítima explicaría el bajo poblamiento de la zona costera en los siglos centrales de la Edad Media y la construcción de las primeras iglesias parroquiales retiradas de la costa para evitar su expolio. Ejemplos de esto serían San Andrés da Canle (Corcubión), San Paio de Refoxos (Cee), San Xurxo de Buría (Camariñas), San Pedro do Porto (Camariñas), Santo Adrián de Corme Aldea (Ponteceso) o Santa María de Caión (A Laracha). Para vigilancia y protección de esta piratería costera se levantaron algunas fortalezas, como la de San Xurxo, en la ladera oeste del monte Pindo, o la de Canedo en San Mamede de Carnota.
A partir del siglo XIII, tras finalizar el imperio almorávide y después de un mayor control por parte de los reinos cristianos de las costas del sur peninsular, se producirá una bajada de esta piratería marítima, que favorecerá las actividades comerciales entre los mercaderes italianos y Flandes. Este hecho repercutirá en el aumento de las transacciones comerciales en las costas gallegas, ya que parte de las embarcaciones hacían escala en alguno de nuestros puertos naturales que se aprovechaba para la venta de productos. Esta actividad comercial, junto con el aumento de la actividad pesquera, atrajo a la población hacia el litoral, lo que daría origen al nacimiento de las villas costeras de Fisterra, Corcubión, Cee, Muxía, Camariñas, Laxe, Corme o Malpica.
Estas nuevas villas despertaron el interés tanto de la mitra compostelana como de la nobleza laica con la intención de conseguir el control económico de estos nuevos núcleos costeros. El arzobispado compostelano se haría con los puertos de Fisterra, Muxía y Malpica, mientras que los Moscoso de Altamira pasarán a controlar los de Corcubión, Camariñas y Laxe. La villa de Cee dependía del arcediano de Trastámara, lugar donde tenía su residencia.
La familia de los Traba, que tanto poderío alcanzó en A Costa da Morte y en otras zonas de Galicia a lo largo de los siglos XI y XII, a partir de este último su dominio disminuyó; en su lugar aparecieron nuevos linajes, muchos de ellos vinculados a don Pedro Froilaz, ya que este tuvo una gran descendencia de sus dos matrimonios. De este tronco de los Traba procederán varias ramas de la nueva nobleza gallega: los Mariño, Moscoso, Mantaos, Andrade o Mariñas. Las dos primeras estarán muy vinculadas con estas tierras más occidentales de Galicia. Los Mariño serían los primeros en hacerse con un buen patrimonio en la zona, que comienza con la donación que el rey Sancho IV le hace a Martín Eáns Mariño hacia finales del siglo XIII de las feligresías de Santa María de Fisterra y San Vicenzo de Duio. En el siglo siguiente, cuando entroncan con las ramas de los Soga y Lobeira, extenderán su influencia a muchos otros lugares de Galicia. A finales de este mismo siglo, esta familia noble caerá en desgracia por problemas entre algunos de sus miembros y también por las deudas a la corona; de este modo, Rui Soga de Lobeira, una de sus figuras más notables, acabará preso y decapitado en la villa de Noia (1393).
El poderío e influencia de los Mariño en la zona de Santiago y en A Costa da Morte pasará a los Moscoso de Altamira, familia también oriunda de las tierras compostelanas. A través de cargos eclesiásticos y laicos que fueron ocupando, se harán con el poder, primero en tierras de Compostela y más tarde en esta región occidental. Este dominio le va a suponer un enfrentamiento con el arzobispado santiagués, los dos con intereses económicos en el mismo espacio geográfico. Durante el siglo XV, los conflictos entre ambos bandos serán frecuentes, como ocurrió en el asalto (1457) de una escuadra de los partidarios del arzobispo compostelano Rodrigo de Luna al puerto de Corcubión, que estaba bajo poderío de los Moscoso.

Mucha de la riqueza patrimonial de esta nueva nobleza laica procedía de los abusos de poder que ejercían contra las propiedades de los monasterios, a través de la usurpación de rentas o de tierras. A pesar de las reiteradas quejas de los abades o priores de las congregaciones eclesiásticas dirigidas a los reyes para que evitaran estas prácticas abusivas, en la mayoría de los casos no se tenían en cuenta. La dinastía de los Trastámara favoreció este tipo de atropellos, lo que le permitió a esta nobleza actuar con plena libertad. La familia de los Moscoso utilizó mucho estos abusos de poder, como sucedió con el monasterio de Moraime, pero otros nobles como los Mariñas también habían aplicado el mismo método contra los monjes del monasterio de Soandres. El empoderamiento de esta nobleza rapiñera también llevó a aprovecharse de bienes de la mitra compostelana o incluso de la corona. Los Moscoso llegaron a cobrar por la fuerza impuestos, como el de la alcabala en las villas de Cee, Muxía o Fisterra, que estaban bajo señorío eclesiástico.

Esta actitud violenta y abusiva de la nobleza le supondrá un enfrentamiento con el poder eclesiástico y con la monarquía, e incluso con sus propios vasallos, y se convertirá en la causa principal del movimiento irmandiño, que, en nombre del rey, se levantará contra esta nobleza hostil. Esta revuelta social de 1467, apoyada también por algunos señores de la baja nobleza, se extendió por toda Galicia y tuvo una notable incidencia en A Costa da Morte, que se mostró en el derrumbamiento de varias fortalezas, como la de Vimianzo, Mens, A Penela o Ferreira. No obstante, su duración fue corta, tan sólo dos años, ya que aquellos nobles que se habían visto obligados a huir se volverán a organizar y, apoyados por la monarquía, recuperarán de nuevo sus tierras y fortificaciones.
La subida al poder de los Reyes Católicos supondrá un mayor control de esta clase aristocrática y parte de ella los acompañará en la corte, alejándose de su tierra de origen. Con este nuevo reinado desapareció también la autonomía de los monasterios. Los más pequeños pasarán a depender de las grandes congregaciones y estas serán controladas por el monasterio de San Benito de Valladolid.