Historia
La villa marinera de Camariñas, cuyo topónimo procede de la caramiña (Corema album), planta arbustiva que crecía en las dunas sobre las que se asentaría este núcleo, tuvo un origen más tardío que las primitivas aldeas de la parroquia de San Xurxo de Buria. Los monjes del pequeño monasterio de Tosto, en Santa Mariña, contribuyeron a la cristianización de estas tierras, aunque curiosamente esta feligresía perteneció desde el siglo X a la diócesis de Mondoñedo.
A partir del siglo XIII comenzaron a establecerse en la costa los primeros habitantes aprovechando las buenas condiciones que ofrecía la playa de O Curbeiro como puerto natural para la práctica de la pesca y del comercio marítimo, dando origen a la villa camariñana.
Desde el siglo XV este puerto pasará a estar bajo el dominio de los Moscoso de Altamira, que tenían la cabeza de la jurisdicción en el castillo de Vimianzo. A mediados del siglo XVI, el licenciado Molina ya destacaba la importancia de este núcleo. En la primera mitad del siglo XVIII, según se recoge en el Compendio del Estado de Altamira (1724), Camariñas tenía una población de 140 vecinos (unos 600 hab.), que se dedicaban a la pesca. Era un puerto conocido que frecuentaban barcos de diferentes países que navegaban por esta costa. En el Catastro de Ensenada (1753) se cita la existencia de dos trincados o galeones que se dedicaban a la pesca de la sardina, de varios pataches que transportaban sardina salada al País Vasco y pequeñas embarcaciones que se dedicaban a la pesca del congrio.
Los frecuentes ataques piratas a este puerto promovieron la creación de baluartes defensivos, siendo el más importante el castillo del Soberano, construido a mediados del siglo XVIII, del que sólo se conservan los cimientos.
A principios del siglo XX, Camariñas era una activa villa pesquera, con un bueno caserío, -en palabras de Carré Aldao-, una blanca paloma, con un aspecto de villa andaluza, de calles estrechas que desembocan en el puerto. Las actividades pesqueras se complementaban con una cierta actividad comercial. A través de su puerto se exportaban cereales y madera, y se importaban mercancías manufacturadas y diversos productos alimentarios.
Será a partir de los años sesenta cuando el aspecto de la villa comience a transformarse con las nuevas construcciones, poco respetuosas con el urbanismo tradicional, lo que supuso un cambio sustancial en la fisonomía de esta localidad.
En la actualidad Camariñas es una villa de unos 2500 habitantes con un núcleo urbano moderno, que se construyó sobre el anterior, ampliándose hacia la zona rural.Además de la pesca, su población trabaja en la industria conservera, en la artesanía del encaje y en los servicios.

Si el núcleo urbano camariñano perdió mucho de su encanto tradicional, la belleza incomparable de su litoral, junto con la artesanía del encaje y el espectacular faro Vilán, convierte a Camariñas en un lugar de gran atractivo turístico.
Ruta a pie por la villa de Camariñas
El viajero que se acerca a Camariñas tiene la oportunidad de visitar el museo del Encaje, en el que se le ofrece información sobre el pasado y presente de esta artesanía. Luego emprenderá un paseo bordeando el mar en el que se encontrará con algunas construcciones que formaban la fachada marítima antigua, tiendas de encaje, terrazas de bares y restaurantes con vistas al mar, y, ya en la zona portuaria, con las embarcaciones pesqueras y deportivas, que llenan de colorido este espacio.
Si nos acercamos a la punta de O Boi o de O Castelo, nos encontramos con las ruinas del castillo del Soberano. Esta fortaleza camariñana constaba de una parte curva orientada hacia el mar, que se adaptaba a la forma del promontorio costero en el que se asentaba y otra parte en forma poligonal, que daba hacia tierra, propia de la arquitectura militar de la época, esta formada por baluartes triangulares en las esquinas y un apuntado en el centro, unidos por dos lienzos rectos, en los que se situaban los accesos.
En el interior había una serie de construcciones en línea que hacían de segundo muro defensivo, destinadas a guardar la pólvora y munición y cuartos para oficiales y tropa. Un paso central daba acceso a la explanada de artillería, en la que se situaba una batería curva con espacio para 17 piezas de cañón.

De aquella construcción, que nunca llegó a tener una utilidad militar, tan sólo se conservan los cimientos, pues sus piezas de cantería fueron utilizadas en los años cuarenta del pasado siglo para la construcción del puerto.
Dentro del núcleo urbano, aunque alejada del mar, se encuentra la iglesia parroquial de San Xurxo, una obra barroca que merece la pena visitar por su arquitectura y también por los interesantes retablos que conserva en su interior.
Este templo se construyó entre los años 1788 y 1797, gracias a la aportación económica del benefactor Antonio Domingo Rodríguez Canosa, un emigrante mexicano natural de A Casa do Rego da Horta, del lugar de O Cotro. Presenta una planta de cruz latina, de una sola nave, con bóveda de arista y cubierta a dos aguas. La sacristía se sitúa en la parte posterior.
La fachada, construida en piezas de buena cantería de granito, muestra un mayor movimiento arquitectónico que el resto del edificio en el que apenas se ven elementos decorativos. En ella destacan la torre campanario y la puerta, donde se perciben los motivos decorativos barrocos.
En su interior acoge varios retablos de gran interés. El mayor, de corte neoclásico, posible obra del importante escultor noiés José Ferreiro, está presidido por la Virxe do Monte y San Xurxo. A este mismo autor también se le atribuyen otros dos retablos situados en el brazo izquierdo de la cruz: el de Jesús atado a la columna y el Nazareno. En el brazo derecho se sitúa el retablo barroco dedicado a la Dolorosa.
En las calles estrechas del interior del núcleo urbano, destacamos la capilla de la Virgen del Carme, de mediados del siglo XIX, que guarda en el interior un interesante retablo barroco dedicado a esta Virgen, patrona de los marineros. En su honra se celebran las principales fiestas de esta villa el 16 de julio. Y la Casa dos Altos o dos Romero, un pazo urbano que perteneció a esta familia hidalga, que luce en su fachada un ostentoso escudo, con la simbología semejante a la del pazo de Loroxo (Cerqueda, Malpica), también de esta misma familia.

Una vez visitada la villa de Camariñas, nos trasladamos al cabo y al faro Vilán, situado a unos 5 km. La carretera nos ofrece hermosas vistas sobre la costa de Muxía.